La sobrerreacción ante la gamberrada anual de los colegiales de la Complutense de Madrid llega más lejos que la propia gamberrada. Permítanme que haga un análisis crítico de la situación.
Primero: Tenemos un chico que hizo de solista en una coral plenamente organizada en la que uno tenía que ser el solista y los otros (casi un centenar) el coro. Y el primer condenado ha sido el solista, expulsado por el Colegio Mayor. Es el cabeza de turco para la dirección del Colegio. Alguien tenía que pagar, porque si expulsaban a todos los intervinientes, se quedaban sin colegiales y, por tanto, sin ingresos.
Segundo: El escándalo de los medios de comunicación con esta gamberrada. Empieza a oler mal cuando nos enteramos que esto se venía haciendo desde hace muchísimos años. ¡Vaya! Entiendo que ni la dirección del colegio ni los medios de comunicación se enteraron los otros años.
Tercero: La fiscalía abre diligencias por un presunto delito de odio, a instancias de un colectivo que presenta una denuncia. Aquí empieza lo más grave. Y me explico.
Hasta ese momento teníamos una gamberrada universitaria ejecutada con tremenda organización y precisión por un grupo de jóvenes universitarios, en edad de hormonas removidas, que debemos criticar de ordinaria, soez y maleducada, pero que jamás sería delictiva. Que ese festival coreográfico se viniese ejecutando año tras año no solo no agrava la gamberrada, sino que la contextualiza. Toda persona que ha sido padre de adolescentes conoce: costumbre + masa de adolescentes + festurrón = desbarre. Y digo desbarre, porque no hicieron nada más.
La intervención de la fiscalía en este tema, aunque haya una denuncia de un colectivo que no sé de donde vendrá, es un desbarre mayor. Que los adolescentes saquen los pies del tiesto es normal, pero que los saque la Fiscalía…
¿Y por qué la Fiscalía se ha pasado cuatro pueblos, e incluso el quinto? Porque el actual estado de derecho se ha transformado en un estado de derecho al servicio de una religión, y como el que aplica el derecho no tiene más remedio que aplicarlo, a la Fiscalía no le queda más remedio que ser el brazo ejecutor de esa religión. ¿Les suena esto a algo? ¿A qué religión me refiero?.
Echemos un vistazo atrás en la historia y recordemos. La Santa Inquisición fue la institucionalización de un Tribunal que juzgaba a los que de cualquier manera (pensamiento, obra u omisión) atentasen contra los principios de la religión católica. Era la Inquisición la que juzgaba. Pero, una vez condenaba, no ejecutaba ella al condenado, sino que lo “entregaba al brazo secular”, que no tenía más que hacer que ejecutar al condenado.
La nueva religión del femistalinismo (esto no es feminismo, por lo que le va mejor esta expresión) está estableciendo una persecución implacable no ya contra el machismo violento, sino contra todo lo que huela a machismo. La mayoría de los medios de comunicación se han convertido en los tribunales inquisitoriales que condenan al reo sin derecho a defensa alguna, y lo entregan al brazo secular, la Fiscalía, para que a ésta no le quede más que ejecutarlo.
Esta vez el femistalinismo se ha pasado de frenada. Ha lanzado un ataque contra la juventud española, que se ve mas reflejada en el colectivo de jóvenes que suben las persianas del colegio mayor que en los voceras de los movimientos próximos al femistalinismo que han firmado la denuncia.
Esto acabará movilizando a los jóvenes contra la nueva religión femistalinista. Y no sólo a los jóvenes. Muchas madres que tienen hijos adolescentes o los han tenido, ven en el chico expulsado a su propio hijo porque saben a ciencia cierta que él podía haber estado ahí, tanto de solista como de coro del espectáculo de grosería coreográfica.
Esperemos que el juez al que lleguen estas diligencias no se deje llevar por la moda sectaria del femistalinismo y que perciba en seguida algo que es claro y evidente, la concurrencia del “animus iocandi”, que quiere decir “ánimo de jugar”. Pues la fea, desagradable y ordinaria coreografía del Colegio Mayor no es más que una chiquillada realizada en un juego colectivo que únicamente ha dañado la sensibilidad religiosa de los femistalinistas. No es admisible que padezcamos inquisiciones en el siglo XXI.
Fdo: Jurista pasmado.
Octubre 2022